martes, 2 de julio de 2013

Sueños

Hace dos días tuve un sueño. Uno de esos sueños en los que no recuerdas los detalles a la perfección pero sí cómo te sentías en ese momento. Me desperté y parecía que realmente lo había vivido. Estaba contenta, enamorada, feliz.
Luego, me di cuenta que todo no había sido más que una pesadilla, muy bonita a su vez, pero demasiado triste: nada de eso había ocurrido.
Mediante el sueño comprendí que él tenía más importancia de la que yo le daba. Que los sentimientos mitigados sólo se habían ocultado y estaban volviéndose locos por salir. No podían hacerlo cuando mi empeño y mi racionalidad tenían el monopolio, pues estos dos se encargaban de negarlo, de cerrarse en banda. No obstante, mediante el sueño, donde el subconsciente tiene rienda suelta, esa era la ocasión perfecta para que se liberara.

Y así lo hizo. Y en consecuencia aquí estoy, intentando desahogarme delante del ordenador. Desorientada, inmersa en lamentaciones inútiles y avergonzantes.

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