Hace dos días tuve un sueño. Uno
de esos sueños en los que no recuerdas los detalles a la perfección pero sí
cómo te sentías en ese momento. Me desperté y parecía que realmente lo había
vivido. Estaba contenta, enamorada, feliz.
Luego, me di cuenta que todo no había sido más que una pesadilla, muy bonita a su vez, pero demasiado triste: nada de eso había ocurrido.
Luego, me di cuenta que todo no había sido más que una pesadilla, muy bonita a su vez, pero demasiado triste: nada de eso había ocurrido.
Mediante el sueño comprendí que
él tenía más importancia de la que yo le daba. Que los sentimientos mitigados
sólo se habían ocultado y estaban volviéndose locos por salir. No podían
hacerlo cuando mi empeño y mi racionalidad tenían el monopolio, pues estos dos
se encargaban de negarlo, de cerrarse en banda. No obstante, mediante el sueño,
donde el subconsciente tiene rienda suelta, esa era la ocasión perfecta para
que se liberara.
Y así lo hizo. Y en consecuencia
aquí estoy, intentando desahogarme delante del ordenador. Desorientada, inmersa
en lamentaciones inútiles y avergonzantes.
two .