domingo, 2 de junio de 2013

Un triste adiós

Intentar una y otra vez lo mismo, y obtener idéntico resultado. Ya no hay justificación para seguir haciéndolo. A menudo nos aferramos a la esperanza de que las cosas puedan ser de otra forma, de que puedan mejorar; sin embargo no somos conscientes de que nada puede cambiar si las circunstancias son las mismas; si las actitudes, las mismas.
Pasa el tiempo y las cosas se enfrían, y en parte, eso es bueno: relaja. Sin embargo, cuando vuelves a intentar arreglarlo, todo aquello que ya veías como un sueño lejano vuelve a resurgir. Notas las púas que se van dejando en la conversación y piensas “seguro que también estoy dejando púas yo, pero, joder, no quiero hacerlo”. Recuerdo esos momentos en los que yo estaba en el otro lado, era la dejada y no la que dejaba y cómo cualquier frase completamente vacía de doble sentido era escudriñada para buscar algo más, para buscar cualquier vestigio de sentimiento que pudiera devolverme la esperanza y odiar a aquella persona que me dejó porque veía muestras de que me quería. “No lo entiendo” pensaba en su momento. Y ahora, entiendo por qué él dice lo mismo.
De los errores se aprende y yo he cometido uno. No es que él me haya dejado de importar, pero debo actuar como si eso ocurriera, pues mis muestras de interés no harían más que desconcertarle y ya sé cómo se siente uno así. Mi interés no significa que esté arrepentida, que quiera volver. Por eso debo mantenerme firme, porque yo tengo ese papel. Por eso no quería mostrarme débil ante él ni él tendría porqué tenderme su mano para ayudarme.
Es muy difícil comprender que lo que fue no es y llegar a conseguirlo conlleva muchos esfuerzos. No quiero darle vanas esperanzas y si eso conlleva no saber absolutamente nada de él, tendré que asumir ese hecho.

“Espero que luego se arregle todo” iba a decir, pero sería fundar esperanzas o estar bien simplemente por buscar ese fin. No, no está en mi vida. Ya no hay nada más que decir.

two .

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